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Inteligencia emocional y emprendedores


La inteligencia emocional es un factor fundamental en el éxito de un emprendedor. Se trata de un concepto acuñado por el psicólogo norteamericano Daniel Goleman y consiste en la capacidad de una persona para identificar su propio estado emocional y gestionarlo adecuadamente. Esto nos sirve para manejar mejor nuestras emociones y relaciones, consiguiendo así una mayor productividad.

La inteligencia emocional afecta a la forma de gestionar el comportamiento, afrontar complejidades sociales, y tomar decisiones personales que permitan alcanzar resultados positivos. Se compone de cuatro habilidades básicas que se emparejan en dos competencias principales: la competencia personal, que comprende el autoconocimiento y la autogestión de habilidades, y la social, formada por las habilidades de conciencia y de gestión de las relaciones sociales. Aunque algunas personas poseen de forma innata más inteligencia emocional que otras, es posible desarrollarla.

Las investigaciones demuestran que la inteligencia emocional está directamente relacionada con aspectos tan importantes para un negocio como son la eficiencia, la productividad, las ventas, los ingresos, la calidad del servicio, la lealtad del cliente, etc., por lo que resulta fundamental en el mundo empresarial y el emprendimiento.

Los emprendedores se enfrentan a situaciones que requieren habilidades y capacidades únicas en las interacciones sociales, tales como la negociación, la obtención y organización de recursos, identificación y explotación de oportunidades, control del estrés, obtención y mantenimiento de clientes, … Para afrontarlas con éxito son necesarios el autocontrol, el autoconocimiento, la motivación, el entusiasmo, la escucha a los demás, la empatía, la perseverancia, las habilidades sociales y la agilidad mental.

El buen emprendedor debe saber manejar sus movimientos y acciones de manera inteligente con tal de alcanzar sus objetivos. Por tanto, hay que aprender a aplicar la inteligencia emocional tanto a la vida personal como en los negocios: conocerse a uno mismo, prestar atención a los demás, controlar nuestras emociones, generar vínculos de confianza con los clientes… en definitiva, perseguir la excelencia no sólo en un área concreta sino en todos los aspectos de nuestra vida y relaciones.