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Máquinas expendedoras, de casi cualquier cosa


En nuestra sección de curiosidades literarias y como buenos amantes de la lectura, sabéis que nos encanta hablar de los diferentes métodos de venta de libros que existen y han existido, de ahí que os hablásemos hace unos meses de esa máquina que te imprimía mini cuentos sobre la marcha, o de las librerías ambulantes más famosas que existen en el mundo. Esta es una de las razones que nos ha llevado a acercarnos al mundo de las máquinas expendedoras, porque aunque hace unas semanas las alabábamos por las posibilidades que nos daban, hoy nos acercamos a ellas para verlas desde el punto de vista desde la Historia.

Las máquinas expendedoras y encima de libros, imaginaros cómo tendría que ser para una persona del siglo XIX o principios del siglo XX ver que al introducir una moneda en una máquina, nos devolvía algo y que este algo fuese un libro. Sin duda tenían que pensar que se trataba de cosa de brujas.

Como curiosidad que rodea a las máquinas expendedoras de libros ¿sabías que hubo quienes las utilizaron para poder distribuir libros prohibidos? Imaginaros la genial idea, se supone que la venta era anónima, por lo que cualquier persona podía comprar ese libro y llevárselo a casa. Lo cierto, es que muchos de vosotros estaréis pensando que la empresa responsable de la máquina podría señalarse como la vendedora en sí, pero las leyes de aquella época en relación a las personas jurídicas, no estaban tan claras.

Algunas editoriales tan conocidas como Penguin Books, crearon sus propias máquinas expendedoras para facilitar a sus lectores las historias de los libros que publicaban a cualquier hora del día sin necesidad de encontrar una tienda abierta, y por qué no decirlo, con la posibilidad de comprar ese libro que quizás resultase embarazoso quedando en el anonimato.

A día de hoy es relativamente fácil encontrar máquinas expendedoras de libros en lugares públicos, pero seguro que tras leer nuestra entrada de hoy, ya nos las mirarás con los mismos ojos.

Los libros prohibidos por las dictaduras


Como muchos de vosotros ya sabéis, de vez en cuando nos encanta poder descubriros libros y novelas, pero también nos encanta curiosear con vosotros sobre ciertos detalles en el ámbito de la literatura, hechos que a nosotros nos llaman mucho la atención y que por tanto no podíamos sino compartirlos con vosotros. Hoy queremos hablar sobre los libros prohibidos por las dictaduras, seguro muchos de vosotros ya sabéis qué os queremos contar, pero aun así, es bueno recordar lo afortunados que somos a día de hoy pudiendo leer y por tanto pensar libremente.

Durante las dictaduras y los regímenes dictatoriales una de las principales actuaciones por parte de los mandatarios es controlar a sus ciudadanos y es hacerlo hasta extremos insospechados, para que no piensen, para que no se dejen influir por ninguna idea, para que no piensen. De ahí alargadas listas, como es la de los libros prohibidos de Hitler, que durante su mandato en Alemania, no solo prohibió la comercialización de ciertos libros, sino que además quemó decenas y decenas de libros en piras gigantes que se encendían en las principales plazas de los pueblos.

No solo nos tenemos que trasladar a Alemania para encontrar libros prohibidos por las dictaduras, porque con la dictadura de Franco en España también se quemaron muchos libros y muchos otros fueron prohibidos, muchos de ellos siendo títulos tan conocidos por nosotros como 1984 ó un clásico como La Celestina. Pero lo cierto y lo curioso del hecho de que se realizasen prohibiciones y censuras de ciertos libros en España durante la dictadura franquista, es que se hicieron readaptaciones de algunos libros y esas readaptaciones en donde se transfiguraban algunas partes para esconder posibles ideas subversivas, esos mismos libros son los que circulan a día de hoy entre nosotros y los que siguen vendiendo las librerías.

Para nosotros, como amantes de la literatura, el hecho de que simplemente se quemasen los libros resulta una aberración que muchos de vosotros estamos lejos de entender y mucho menos justificar, porque destruir libros es acabar con la cultura.